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martes, 11 de septiembre de 2012

El octavo pecado

Soy trazos de sol en sábanas cada mañana.

Soy vela que se ahoga con un soplo del alba.


Soy, sin ser, palabras que despuntan en miradas.


Soy porqué sin pretensión que no entiende de razones.


Soy intersección dónde se disgregan ilusiones.

Soy manos torpes restauradoras de emociones.


Soy brazo de antaño, mecedor de sueños sin dueño.


Soy recodo que cobija mis, tus y sus anhelos.


Soy llanto mudo, perpetuo y olvidado.


Soy esas vísperas al intransigente vaivén.


Soy del osado el cuando y el tal vez.


Soy una repentina viceversa al revés.


Soy alto en un camino que no se ha tomado.


Soy el mismo vértigo que precede al salto.


Soy duda de la certeza que se tiene de antemano,


Soy, de los pecados el octavo, por nombrar y estipulado.




Días rotos

En los días tristes,
con tinta y entre líneas,
sin excusas y entre humo,
se hayan libertad y lastre.

En los días grises,
con tonos apagados,
y la derrota atragantada,
surge reacia algún tipo de amalgama.

En los días repetidos,
cabalgando veloz 
en un calendario tardío,
se hace cuenta, pero nunca borrón.

En los días sombríos,
se escucha el eco,
el espacio, el tiempo, 
y nunca se descifra ésa voz.

En los días cotidianos,
cargados de monotonía,
pesados y asfixiados,
mudan sonrisas en perfecta poesía.