Vestirme de ciudad y echar a andar
es uno de mis grandes hobbies.
Me gusta la sensación de abstracción al mirarlos a todos ustedes robotizados, yendo de un comercio a otro, hablando por el móvil, con prisa, lentos, tardíos y ajenos a cada conquista que yo hago en el centro.
Me gusta la sensación de abstracción al mirarlos a todos ustedes robotizados, yendo de un comercio a otro, hablando por el móvil, con prisa, lentos, tardíos y ajenos a cada conquista que yo hago en el centro.
Miro los edificios. Saco cálculos
absurdos y mentales sobre su año de inauguración, cuantas personas y tiempo
hizo falta para su construcción, cuales serían los adelantos con los que no
contaban... Puedo llegar a imaginar al orgulloso arquitecto
diseñándolo, a veces logro recolocar andamios con sus obreros, puedo escuchar
todo el mundanal ruido propio de una obra, la gente parar a su alrededor, para
observar asombrada, el ritmo al que crecía su ciudad.
Estoy segura de que se contempla en
algún tipo de patología psicológica el síntoma: añorar lo que no se ha vivido,
con su correspondiente receta, cálmense!
Allí estaba, en lo alto de la colina sentada y cabizbaja, balanceando lentamente las rodillas de izquierda a derecha, en tozuda viceversa. Apoyaba sus manos en el reposabrazos del sillón dónde se hallaban soledad, cuerpo y pesadumbre. Miraba sin apenas
pestañear a la inmensidad hecha mar, en perfecta comunión, atardecer y soledad.
Toda ella era la desesperanza hecha imagen y sofá.
Toda ella era la desesperanza hecha imagen y sofá.
Me acercaba, con paso torpe y lento,
observándola. Deleitándome. Levantó sus ojos a pocos metros de yo haber llegado a su altura, para tropezar con mi mirada desordenada, para vestir las mejillas de sus pupilas desarmadas.
Me sostuvo valiente la mirada , entonces entregué yo también mis armas y estoicamente no quebró mi mirada ante el rubor de verla desnuda.
Me sostuvo valiente la mirada , entonces entregué yo también mis armas y estoicamente no quebró mi mirada ante el rubor de verla desnuda.
Ya en cueros, me senté a su lado, ella volvía a
perder la vista en el mar y yo era quien, dejándome atrapar por la eterna viceversa, balanceaba ahora mis rodillas.
- ¿Qué preguntas al mar?
- Al mar nunca se pregunta. -
respondió.
- ¿Por qué no?
- Porque el mar es respuesta.
Quise continuar la conversación sin saber si era demasiado absurda, abstracta o demasiado profunda.
Quise continuar la conversación sin saber si era demasiado absurda, abstracta o demasiado profunda.
- El mar es nostalgia - le dije.
- El mar es agua salada que en las heridas escuece, ¿hay duda de que el mar sea nostalgia? - dijo con la dosis exacta de elocuencia desenfadada.
Dejamos entonces al cómodo
silencio largo rato susurrando...
y el naranja se volvió azul cobalto
y más oscuro al final de cada segundo.
silencio largo rato susurrando...
y el naranja se volvió azul cobalto
y más oscuro al final de cada segundo.
- Eres extranjera. Tu acento..
- Sí.
- Por eso llorabas, por que eres
emigrante y añoras tu tierra, que no es está ni remotamente cerca.
- No.
- ¿Por qué lloras entonces? -
pregunté.
- Por que soy una exiliada
voluntaria que ya no siente más que el veneno de la rabia. Una lacaya sin patria. - respondió irritada
Y como un bastardo traidor el silencio regresó, esta vez en un grito mudo, tan fugaz como molesto.
Y como un bastardo traidor el silencio regresó, esta vez en un grito mudo, tan fugaz como molesto.
- ¿Qué diferencia hay entre exiliada
voluntaria y emigrante?
Se levantó sin avisarme y el rostro de la resignación en gesto de negación, con un suspiro respondió:
- Ninguna, supongo.
Se perdió ya vestida ladera abajo,
con el rastro del perfecto escenario
de nuestro burdel del fracaso improvisado
y sin dejar ni una sola prenda atrás
me dejó allí, con su anhelo y el mar,
sin poder abrazar los pedazos que de ella,
voluntarios, allí se quisieron ahogar,
sin poder encajar las trizas
que yo todavía intento componer y rescatar.
con el rastro del perfecto escenario
de nuestro burdel del fracaso improvisado
y sin dejar ni una sola prenda atrás
me dejó allí, con su anhelo y el mar,
sin poder abrazar los pedazos que de ella,
voluntarios, allí se quisieron ahogar,
sin poder encajar las trizas
que yo todavía intento componer y rescatar.
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