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jueves, 22 de marzo de 2012

Mi matadero clandestino.

Crucé esa puerta de mi trabajo/cárcel como cada tarde, de cada día, de cada jueves, de cada martes... de cada vez que el reloj marca las 16.30 pm (excepto el deprimente domingo) y le/me dije: Pues no, hoy tampoco me he muerto!
Y así, cada tarde desde entonces, con ese pequeño rencor a la muerte, saben? El que se sufre con la decepción diaria, ella siempre equívoca o a destiempo, nunca precisa. Zorra infiel!

En una ocasión visité a un psicólogo (¿?) por la seguridad social.

No había diván, no había ventana, ni estaba adecuadamente iluminado para que la vida pudiera transcurrir allí dentro, así a grandes rasgos.
No había una planta, un cactus, una flor de plástico, algo. No. Allí había futuras recetas de psiquiatra y 3 butacas en dudoso estado para poder reposar relajadamente cualquier culo sobre ellas. Sí, negras... tal vez marrones y muy sucias... este dato no puedo confirmarlo.

Podría matarlos a todos, la línea del bien y del mal se difumina según pasan los días, las noticias, las hipocresías, según pasa el miedo, la resaca de falta de valores, en general y sin más, según pasa el tiempo.

"Una borracha de alma mata a 100 desalmados." Qué gran titular!
Una lástima que manche tanto
y que yo acabe de limpiar! 
Desde mis entrañas les deseo 
cuatro vidas de impuesta soledad.

Y es así, envuelto en lírica, prosa y verso, normalmente algo de marihuana también, como nace un matadero clandestino, a camino entre el quiero y no puedo. Nadando en aguas del puedo y no quiero. Cabalgando a lomos del quiero, puedo y no me atrevo.